Estela manejaba por una transitada calle de la ciudad, lo único que tenía en mente era lo que prepararía como cena para Fred y John, sus pequeños hijos los cuales dejaba todas las tardes en casa de su madre.
—«¿Que cocinar para estos nenes? que no haya hecho ya en estos días, no me gusta repetir, ¡John es el más inconforme!, reclama siempre si no vario el menú, en fin, después de recogerlos vamos al súper y veo que compro, ALGO SE ME OCURRIRA» eran pensamientos que la distraían mientras llegaba al destino.
—¿Que cocinaras hoy para nosotros? —Pregunta John antes de subir su mochila a la camioneta de su madre.
—Pollo seguramente —aclara Fred, que sin animo se acomoda al costado de su hermano—, no sabe preparar más últimamente –termina de sentenciar.
—¿Qué les parece si vamos a comer fuera? Una buena carne a la parrilla para esos estómagos ansiosos por un buen plato de comida, lo que sea para mis príncipes —mientras dice esto, sacude firmemente el cabello de sus pequeños, como tranquilizándolos por el tema.
Después de despedirse de su madre, emprende el camino hacia aquel restaurante, ese que los niños siempre reclaman en ocasiones como esta; voltea por una esquina cercana, sin darse cuenta que un camión de carga esta por embestirlos, en cuestión de segundos recuerda que no ha puesto el cinturón a los niños, los segundo pasan en horas, mientras un grito se ahoga en su garganta.
—Estela, Estela, ESTELA, ¿ESTAS BIEN?
Estela reacciona, es el aniversario número 6 de ese accidente, n